jueves, 3 de diciembre de 2009

El lenguaje de las piedras

En el barrio de Recreo, en uno de los cerros de Viña del Mar, tiene su estudio María Martner, una de las artistas más originales surgidas en este país y una de las más olvidadas. En 58 años de vida creativa, recién hoy se apresta a editar un libro con fotografías de su obra. Raro, pues el arte de la Martner está a vista y paciencia de muchos en las principales ciudades de Chile. Un mural en piedra en Playa Ancha, en los terrenos que pertenecieron a la Feria del Mar (ver PF 470); otro en Chillán, otro en Valdivia, en la Universidad Austral; otro en la casa de Pablo Neruda en Isla Negra. Decenas de mosaicos realizados con distintos tipos, colores y formas de piedras. Agatas, jades, granito, lapislázuli, cuarzo, basoalto. Muralismo en piedra. Arte milenario. Versión latinoamericana de los realizados por romanos y bizantinos en la antigüedad.Nacida el 26 de noviembre de 1925, en Santiago, en una familia acomodada pero abierta a nuevas formas de pensar. Su padre, Daniel Martner, fue rector de la Universidad de Chile, radical y masón. María Martner desde muy niña sintió atracción por las piedras. Su familia poseía minas en el norte y un tío, Zacarías Torreblanca, ingeniero, le pedía que le acompañase a explorar. Ella recogía, miraba y comparaba piedras. Tanta era su pasión por el más sencillo de los elementos que en 1941, estudiaría Química y Biología en la Universidad de Chile. "Mi objetivo era el estudio de las piedras, a través de la cátedra de química inorgánica", cuenta hoy en su taller. "Me hubiera gustado estudiar mineralogía, pero en esa época no era bien visto que una señorita estudiara lo relativo a las minas".
Hay para contar toda una historia de amor por las piedras.Quizás esta sea una de las marcas fundamentales del trabajo de María Martner: la relatividad del tiempo, por obra del movimiento en sus imágenes. La composición de murales y vitrales es movimiento puro. Así, el poncho del O’Higgins arrotado, que es el centro del mural ubicado en la plaza de Chillán Viejo, es una espiral energética, una tromba. O los niños del mural de la escuela México de Talcahuano, arman una ronda que simboliza la hermandad de los pueblos. Debe ser por eso que el arte de María Martner recuerda la silenciosa solemnidad de lo muy antiguo.
Reservada como era, es probable que sin el empuje de su amigo Pablo Neruda, jamás hubiera presentado sus primeros mosaicos en piedra. La artista recuerda: "Tenía mi taller desde los 13 años pero no se me pasaba por la cabeza la idea de mostrar mi trabajo. Neruda se encargó de conseguir la sala (la del Ministerio de Educación), hacer el catálogo y todo".María Martner regaló varias veces su arte a Neruda. Hoy en el taller de la artista se encuentra un retrato, con el clásico perfil del poeta, hecho de piedras, que éste había traído de sus viajes. Obras visibles son el camino de los peces y la chimenea en la casa de Isla Negra, amén de otros objetos en La Sebastiana, del cerro Florida de Valparaíso. En reconocimiento, Neruda traduciría el arte de María Martner a su idioma. Para su primera exposición le dedicó el poema "Piedras para María", contenido luego en el libro "Las piedras de Chile".

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